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Los nuevos guerreros del mercado. Trayectorias laborales de jóvenes buscadores de empleo
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José A. Pérez Islas y Maritza Urteaga: Procesos de incorporación de la juventud...
Los nuevos guerreros del
mercado. Trayectorias laborales
de jóvenes buscadores de
empleo
José Antonio Pérez Islas
Maritza Urteaga (*)
Se explicite o no, el aspecto laboral ocupa un lu-
gar definitivo en la constitución actual del proceso juvenil para
incorporarse a la vida adulta. Cómo obtener un trabajo, dónde con-
seguirlo, de qué tipo, tarde o temprano se vuelven preocupaciones
centrales para la casi totalidad de jóvenes, como etapa que final-
mente marcará la certificación social sobre su inclusión o exclu-
sión de la ciudadanía que, a su vez, influirá en la consolidación o
disolución del proceso de identidad y autoestima del joven.
Sin embargo, este kantiano imperativo categórico, estableci-
do a partir de la constitución de la sociedad industrial, de un modo
de vida laboral hegemónico, dentro del cual el trabajo se convierte
en el primer regulador de los derechos y deberes de los individuos
dentro de la sociedad de bienestar, está plagado de múltiples con-
tradicciones con respecto de los candidatos (léase jóvenes) para
ingresar por primera vez a esta lógica de acumulación económica.
La contradicción principal que enfrentan las nuevas genera-
ciones en la búsqueda de ese metadestino es lo que ya desde hace
años Olmedo llamaba “la productividad enemiga”, es decir, esa
tendencia de acortar el tiempo de trabajo para la producción, que
desplaza precisamente a la nueva fuerza de trabajo, a la que se
inmoviliza:
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Parte 3. Estrategias de transición
Los incrementos de productividad tienden así al desperdicio cre-
ciente de fuerza de trabajo ya la frustración de las capacidades crea-
doras de los individuos productores de esa fuerza de trabajo despla-
zada. Formas de este desperdicio son, por ejemplo, el desempleo, el
subempleo, el alargamiento de la escolaridad, la sobrecapacitación
del individuo (en relación a lo que realmente utiliza en su capacita-
ción), el divorcio entre el periodo de educación y el periodo de traba-
jo, etcétera. 1
A este desplazamiento que se concentra de manera particular
en los jóvenes, habría que añadir otra serie de contradicciones que
limitan su plena incorporación económica y, por lo tanto, social y
política, y que se concretan específicamente en función de factores
como:
• el sexo, en virtud del cual, por ejemplo, las jóvenes se ven
impedidas de acceder a las actividades económicamente pro-
ductivas, debiendo recluirse en el hogar;
• la edad, pues existen niños y adolescentes que se ven ex-
pulsados tempranamente del hogar para laborar/sobrevivir
en la calle;
• la escolaridad, dadas las importantes tasas de deserción en
algunos sectores juveniles que no logran concluir sus estu-
dios, estigma indeleble al momento de buscar trabajo; y,
• la región geoecónómica de donde se procede, que empuja a
importantes sectores juveniles a emigrar hacia los centros
urbanos nacionales o internacionales en búsqueda de otros
mercados.
Todas estas contradicciones entre el “deber ser” y el “poder
hacer” del proceso de constitución de joven en adulto producen
una fragmentación e individualización de las trayectorias laborales
generacionales, marcadas por aquello que decía Touraine: ahora
los jóvenes ni siquiera ya son explotados, son simplemente exclui-
dos de los procesos económicos. 2
Este interés sobre lo que ha significado para un sector de jó-
venes la experiencia de su incorporación al trabajo es lo que vertebra
la presente investigación; cuáles son los factores y cuáles los acto-
res que intervienen o definen tal o cual trayectoria laboral, cómo
los jóvenes establecen sus estrategias (si las hay) de consecución
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de empleo, cuántos fracasos laborales y retornos escolares tienen
que pasar hasta que encuentran su espacio laboral (si existe), son
algunas de las preguntas que orientaron la investigación que se
realizó acerca de un sector juvenil específico: los buscadores de
empleo que se acercan en particular a una bolsa de trabajo, la del
Instituto Mexicano de la Juventud (IMJ).
Las problemáticas especificas de los buscadores de empleo
se han documentado de múltiples formas en varios países, pero,
cuando menos en México, las investigaciones conocidas poca aten-
ción han prestado a indagar sobre los mecanismos y estrategias
que los jóvenes desarrollan y experimentan para enfrentar la lógi-
ca contradictoria de incorporarse a la actividad económica, en el
cual, a decir de Monsiváis,“la búsqueda de empleo, se convierte
en un empleo en sí mismo”. 3
El presente documento se compone por el siguiente esque-
ma: una breve contextualización de lo que ha estado sucediendo a
nivel macroestructural, como elemento necesario para entender
los procesos particulares de inserción de los jóvenes a la actividad
productiva, seguida de una rápida discusión de los conceptos más
relevantes que ayudan a explicar las transformaciones en el ámbi-
to laboral genérico y, en particular, con las fragmentaciones de las
trayectorias ocupacionales de los jóvenes. En un segundo momento
se desciende a describir las principales características de la pobla-
ción joven que busca empleo en México y lo que se sabe de ellos,
para pasar a explicar el proyecto de investigación, su ámbito y
objetivos, así como el universo y metodología utilizados. Final-
mente, se analizan los perfiles de los jóvenes buscadores de em-
pleo estudiados y las características principales de sus trayecto-
rias laborales.
EL CONTEXTO
El modelo de desarrollo adoptado hasta los años ochenta des-
cansaba en dos pilares básicos: el pleno empleo y la solidaridad
sistémica, que configuró el llamado Estado de Bienestar. Ambos
nunca pudieron cumplirse plenamente en el continente latinoame-
ricano donde, como lo propone Duhau, 4 habría que hablar mejor de
“Estados de seguridad social limitada”, dada la escasa generaliza-
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Parte 3. Estrategias de transición
ción de la condición de trabajador asalariado que prevaleció, lo cual
buscó subsanarse por programas de asistencia social orientados a
mitigar las situaciones de pobreza genérica. Adicional, el estatuto
de ciudadanía en el continente estuvo conformado por regímenes
populistas, autoritarios o dictatoriales, cuyas políticas económicas
se negociaban o estaban mediadas por representaciones sectoria-
les o corporativas que generaban sistemas de seguridad social muy
fragmentados y/o controlados.
En ese modelo y con diferencia en los ritmos según los con-
textos nacionales de cada país, los actores protagónicos fueron el
Estado, los sindicatos y las empresas privadas. La política social se
desarrolló mediante los sindicatos que atendían a sus agremiados
ya los grupos “pasivos”(amas de casa, niños, jóvenes ya los jubi-
lados o pensionados), mientras que el Estado dedicaba recursos a
quienes no se encontraban en el mercado formal (desempleados e
incapacitados). Esto permitió la incorporación de amplios secto-
res, sobre todo urbanos, a las instituciones, lo cual benefició en
particular a las nuevas generaciones (niños y jóvenes), mediante el
acceso a la educación ya los servicios de salud, cumpliendo al mis-
mo tiempo con darle una amplia legitimidad al Estado. 5
A partir de los años noventa, esos dos pilares del modelo an-
terior (empleo y solidaridad) fueron sustituidos por un número igual
de objetivos: la búsqueda de la estabilización macroeconómica (fun-
damentalmente entendida por bajos niveles de inflación y un ma-
yor equilibrio fiscal) y el desarrollo de la competitividad interna-
cional (reestructuración productiva para la exportación e inversión
privada como motores del crecimiento). Este cambio tuvo su defi-
ciencia más notoria en la ampliación de los niveles de inequidad;
que en materia de ocupación laboral no ha permitido a la fecha
generar suficientes oportunidades de empleo para incorporar a los
jóvenes que anualmente buscan participar en las actividades pro-
ductivas, mientras que para los que ya se encuentran dentro del
mercado, los diferenciales de salarios han tendido a ampliarse en-
tre los diversos puestos que requieren diferente calificación. 6
En este sentido, el “posajuste” estructural en América Latina
ha planteado dos situaciones particulares en la materia durante los
últimos años: la generación predominante de ocupaciones de baja
calidad (ocho de cada diez nuevos empleos creados en los recien-
tes 17 años pertenecen al mercado informal) y la evolución de la
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pobreza que, junto con el estancamiento de la equidad, sigue sin
mejorar (a pesar de haberse controlado en la mayoría de los países
la inflación, aumentado el salario real y el gasto social, así como
mantenido el crecimiento económico). Ello “parece sugerir que la
región entra en un capitalismo del siglo XXI con una distribución
de ingreso de pre-guerra”. 7
Los problemas actuales de generación de empleos están ínti-
mamente relacionados con situaciones que se producen fuera de
los mercados de trabajo, fundamentalmente con tres procesos que
marcan el escenario estructural: globalización, privatización y
desreglamentación. La primera, si bien puede abrir nuevas opor-
tunidades en materia de crecimiento y de empleos, está afectando
los determinantes de salarios que engendran condiciones de ex-
plotación de los trabajadores. La privatización, por su parte, con-
lleva una disminución de las dimensiones y funciones del gobier-
no que son trasladadas al sector privado, lo que afecta sobre todo a
ciertos grupos de ingresos medios, muchos de ellos empleados
públicos, que se vieron perjudicados por la pérdida del empleo o
por la reducción de salarios, además de los efectos que produjeron
la reducción de los gastos sociales y el aumento del costo de los
servicios públicos antes gratuitos o subsidiados. Mientras la
desregulación ha determinado que paralelamente se recurra a la
reducción de la protección de los productos y de los mercados de
trabajo con el fin de aumentar la eficiencia económica, se brinda a
los mercados un papel más relevante en la distribución de los re-
cursos. 8
Con respecto a la población juvenil, desde hace tiempo se ha
observado9 que, a pesar de que la producción y la economía en su
conjunto crezcan a escalas importantes, ello no significa necesa-
riamente una mejora en la situación de empleo de los jóvenes en
América Latina, dada su mayor proclividad a ser los últimos en ser
contratados (por la escasa experiencia y capacitación) y los prime-
ros en ser despedidos (por bajos niveles de estabilidad laboral y
protección social).
Así, las contradicciones se recrudecen particularmente en la
población juvenil, pues en este sector la informalidad laboral se
asienta con mayor fuerza (el 54% de los jóvenes están en ocupa-
ciones informales) 10 a la vez que la inequidad etárea se acentúa,
entre otras situaciones, por la duplicación de las tasas de desem-
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pleo juvenil11 y por la mayor incidencia en los niveles de pobreza
en lo hogares donde viven jóvenes. 12
Parece ser que, de nueva cuenta, se está produciendo un nue-
vo desplazamiento del tema juvenil a las políticas sociales, tal y
como sucedió a mediados del siglo pasado cuando se enviaba a los
jóvenes “al futuro”, es decir, cuando llegaran a la adultez. Ahora, al
prever el aumento de los promedios de edad entre la población y la
mayor expectativa de vida, la preocupación por los sectores de adul-
tos mayores eclipsa la necesidad del trabajo juvenil en el presente.
TRABAJO Y TRAYECTORIAS LABORALES DE
LOS JÓVENES
El concepto “trabajo” y sus manifestaciones concretas son una
construcción social, referidas a un contexto histórico y cultural es-
pecífico, así como a las experiencias y relaciones simbólicas que
los individuos establecen vinculadas a un modo de vida determina-
do. A partir de los procesos de industrialización y urbanización, el
trabajo se convirtió en un elemento central en la misma construc-
ción de la ciudadanía, alrededor del cual giraban los accesos y regu-
laciones a los derechos y deberes en la esfera pública de los indivi-
duos, pero que también incidía en su espacio privado, al vincularse
a los procesos de reproducción social de los trabajadores.
Esta ciudadanía social, cuyo eje giraba en torno a un centro
laboral, hegemonizado por los procesos fordistas (normalizados y
normalizantes), se está desarticulando, al tiempo que genera una
multiplicidad de identidades supralaborales, semilaborales y
pseudolaborales que hacen que el orden productivo y reproductivo
de las sociedades actuales tienda cada vez más a la fragmentación,
a la individualización ya la autonomización de los derechos políti-
cos de los sociales. Estas identidades aisladas y yuxtapuestas ha-
cen que el trabajo quede en una situación de “desorden institucional
y de desarticulación programada de sus modos de existencia”, así
como de su concepción misma como hecho social. 13
En este contexto, Guiddens establece la modificación de cua-
tro tendencias que están incidiendo en el actual concepto de traba-
jo: 14
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La equipación entre trabajo y empleo remunerado , que se dio
a partir de la posguerra en el mercado laboral, presuponía
como punto de partida la familia patriarcal, donde los hom-
bres se desarrollaban en función de un destino social que
era la ocupación productiva, mientras las mujeres se les
predestinaba a la domesticidad; esto dio por resultado que
la meta del pleno empleo se entendiera como pleno empleo
“masculino”; al incorporarse las mujeres al mercado de tra-
bajo, el ideal fue muy difícil de alcanzar.
El modelo del trabajador permanente ya tiempo completo , que
se basaba en la importancia económica de la producción en
serie y en la organización centralizada del capital y el traba-
jo asalariado, ahora es atacado por muchos otros modelos
opuestos, como el trabajo de media jornada, las pausas vo-
luntarias en la carrera, el autoempleo y el trabajo en casa.
Los trabajos para toda la vida: como en tantos otros terre-
nos de la vida social, la actividad económica y más en con-
creto, el empleo remunerado, era para muchos algo predes-
tinado; en cambio, en la actualidad, dentro de la perspectiva
ocupacional, son pocos los empleos que ofrecen una salva-
guarda contra el desempleo; es más, en los grupos social-
mente menos favorecidos, el trabajo ya no suele conside-
rarse materia de destino, siendo que se considere más
frecuente así el desempleo.
La clase social ya no es experiencia de vida : hasta hace poco
la clase estaba vinculada a la experiencia y la acción comu-
nitarias de diversas maneras, siendo una de ellas la expe-
riencia laboral, sobre todo en las clases obreras; sin embar-
go, ahora la clase se personaliza y se expresa mediante la
“biografía del individuo”, perdiéndose su percepción de des-
tino colectivo. Además, la relación de las personas con el
sistema de clases se establece ya no sólo como productor
sino también como consumidor, extraviándose los símbolos
culturales que, en su momento, eran formas de identifica-
ción colectiva.
Estas nuevas condiciones están marcando, sobre todo a la
población juvenil, en un proceso que es central en este periodo de
vida: la construcción, sobre la base del trabajo, de una identidad.
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Las carreras o los empleos para toda la vida ya no son deseables y
cada vez menos posibles para la inmensa mayoría de jóvenes. La
identidad, como los bienes de consumo, se vuelve efímera y volá-
til.
En este sentido, el metadestino que se construyó en el imagi-
nario social a raíz de la industrialización, sobre el tránsito de las
nuevas generaciones hacia la adultez y que consistía en el circuito
que empezaba en la familia, continuaba en la escuela y de ahí al
empleo ya la participación social y política, que, si bien pocos jóve-
nes cumplían a cabalidad (las jóvenes, por ejemplo, el circuito en
ocasiones se limitaba en el tránsito de la familia paterna a la cons-
titución de su propia familia), persistía en el horizonte significante
de la mayoría de la sociedad como el camino más adecuado para
obtener la certificación social de la incorporación a la adultez. 15
No obstante, la década perdida de los ochenta y la acentuación
y sistematicidad de las crisis en los noventa, configuraron un pa-
norama donde este imaginario se fue desdibujando y fragmentan-
do para amplios sectores juveniles. Las transformaciones en la
familia (debido fundamentalmente a la incorporación de la mujer a
los mercados de trabajo); el aumento de los niveles de escolaridad
y su relación inversamente proporcional con las opciones de em-
pleo (que influyeron en la menor movilidad social que representa-
ba el paso por la escuela); la diversificación de los mercados de
trabajo (y su correlativa ampliación de los sectores ocupados en la
informalidad); los nuevos intereses que diversos sectores encon-
traron en participar social y políticamente vinculados a causas ciu-
dadanas concretas (en detrimento de la participación en organiza-
ciones políticas tradicionales). Todos ellos, entre otros elementos,
fueron factores que han influido para romper el significado de aquel
circuito ideal propuesto para la inserción de los jóvenes a la socie-
dad.
Parece ser que lo anterior está generando los primeros sínto-
mas de una situación altamente contradictoria. Por un lado, esta
mayor permanencia en la escuela conjuntamente con periodos más
extensos para poder conseguir empleo; así como las dificultades
para abandonar la casa paterna y constituir un hogar propio (adi-
cional a la promoción juvenilizante que hacen los medios
audiovisuales); todo ello está prolongando, en lo objetivo y en lo
subjetivo, el periodo juvenil. Pero por otro lado, esta misma situa-
ción genera en las familias un malestar o al menos preocupación
en torno al alargamiento de la condición de semidependencia en
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que quedan las nuevas generaciones de jóvenes, pues tienen que
compartir por mayor tiempo los ya de por sí escasos recursos
sociales disponibles. 16
Las cuatro condiciones para lograr esta incorporación a la vida
adulta de una forma social típica (la independencia económica, la
autoadministración de los recursos disponibles, la autonomía per-
sonal, y la constitución de un hogar propio), 17 menos jóvenes las
cumplen, generándose, sobre todo, una individualización y frag-
mentación de las trayectorias laborales, que aunadas a los proce-
sos arriba descritos de globalización, privatización y
desreglamentación, desdibujan la construcción de certidumbres
en torno a los ámbitos de trabajo.
Bauman18 afirma que “la ética del trabajo” que “humanizaba”
cualquier actividad económica, sin importar las características y el
placer inmediato que produjera a quienes la realizaban y donde la
sensación del deber cumplido era la satisfacción más directa, deci-
siva y suficiente, ahora es sustituida por la “estética del consumo”
que premia la intensidad y diversidad de las experiencias, incluido
el ámbito laboral, que puede ser degradante si no cumple con esa
necesidad de obtener gratificaciones inmediatas (monetarias y
vivenciales), novedosas y flexibles.
Esto hace que los trabajos se clasifiquen en dos categorías:
las actividades fascinantes y refinadas capaces de brindar expe-
riencias estéticas, y las otras ocupaciones remuneradas, que sólo
aseguran la subsistencia: las primeras con catalogadas como “in-
teresantes”, las segundas “aburridas”.
Las tareas monótonas, repetitivas, rutinarias, carentes de aven-
tura, que no dejan margen a la iniciativa ni presentan desafíos a la
mente u oportunidades de ponerse a prueba, son “aburridas” […]
Estos trabajos carecen de valor estético; por lo tanto, tienen pocas
oportunidades de transformarse en vocaciones en esta sociedad de
coleccionistas de experiencias.
[Mientras en las primeras] … se borra totalmente la línea que
divide la vocación de la ausencia de vocación, el trabajo del hobby,
las tareas productivas de la actividad de recreación, para elevar el
trabajo mismo a la categoría de entretenimiento supremo y más sa-
tisfactorio de cualquier otra actividad. Un trabajo entretenido es el
privilegio más envidiado. 19
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Estas contradicciones plantean hacia los diversos sectores ju-
veniles un mundo laboral altamente polarizado y paradójico. En
primer lugar, a los jóvenes se les sigue formando todavía en la lógi-
ca del empleo remunerado, apostando que al salir del sistema edu-
cativo lograrán obtener una ocupación de este tipo, mientras que
las tendencias apuntan a que será difícil un crecimiento significati-
vo en los empleos remunerados. En segundo lugar, en el sector
industrial y de servicios, las ocupaciones generadas estarán carac-
terizadas fundamentalmente por puestos que requieren una míni-
ma calificación, bajos salarios y actividades rutinarias (las aburri-
das), en tanto las actividades altamente especializadas y con
condiciones adecuadas de desarrollo serán mínimas.
Otra contradicción se produce con las opciones más directa-
mente dirigidas a los jóvenes que son los empleos por horas, gene-
rados por cadenas de servicios y de alimentos ( MacDonald’s ,
Blockbusters , Cinemex , etcétera), en muchos de los cuales se re-
quiere un cierto fenotipo y una estancia en la escuela que, de en-
trada, discrimina a amplios sectores juveniles que no poseen estas
características y que dado el carácter intensivo de sus jornadas,
desgastan prontamente a los jóvenes empleados.
Primero se pensó que la falta de educación formal era fuente
de desocupación; posteriormente se consideraba que la educación
contribuía a la desocupación oa la subocupación por falta de espe-
cificidad laboral en sus contenidos. En los últimos veinte años, en
el contexto de una alta expansión de los sistemas educativos for-
males, la instrucción ha ido perdiendo importancia (aunque sin per-
derla del todo) en cuanto a maximizar las posibilidades de obtener
empleo.
Es decir, en términos de la relación de clase con las oportuni-
dades de incorporación a la actividad remunerada, la posesión de
determinados niveles de instrucción formal se correlacionan cada
vez más débilmente con la mayor o menor posibilidad de caer en el
desempleo. Anteriormente (los años sesenta), los jóvenes con edu-
cación media o superior, los jóvenes trabajadores, los desocupados
o subocupados, pertenecían a diferentes clases sociales: los pri-
meros pertenecían a los sectores medios y altos, mientras que los
segundos de las familias pobres.
En la actualidad, estos grupos pasan por situaciones muy si-
milares y se intersectan.
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[Pareciera que] … ser joven en América Latina significa parti-
cipar en una de las dos categorías dicotómicas siguientes: ser un
desocupado o marginado de los circuitos laborales más gratificantes
y con mayores perspectivas; o, ser un sobreocupado, integrado a cos-
ta de esfuerzos de dimensiones cada vez menos humanas. Ambas
situaciones van en realidad en detrimento de las posibilidades de
participación social integral… 20
Formalmente, según la Organización Internacional del Traba-
jo (OIT) 21 los buscadores de trabajo abarcan a tres grupos: a ) tra-
bajadores que están en condiciones de tener un empleo, cuyo con-
trato está terminado o suspendido y que busca empleo; b ) personas
que estando en condiciones de trabajar durante un cierto periodo,
busca trabajo y nunca ha conseguido empleo antes (primer em-
pleo); y, c ) personas que lo perderán y han tomado las precaucio-
nes para empezar a trabajar de nuevo en un empleo posterior.
Los jóvenes están presentes en los tres grupos, pero también
hay quienes no buscan por desaliento o porque la estructura del
funcionamiento de la familia,(en particular, las mujeres jóvenes)
los obliga a realizar tareas domésticas. En este sentido, la búsque-
da de trabajo depende de múltiples factores, particularmente de
las actividades alternativas que los jóvenes cumplen cuando no
tienen trabajo, como estudiar, ser mantenidos por sus padres, des-
empeñar trabajos de apoyo familiar o doméstico, etcétera).
De esta manera, las rutas de ingreso al trabajo por parte de
los jóvenes son más largas y diversas. Dichas trayectorias no son
unívocas y constantemente se observan regresos, nuevos inten-
tos, desesperanzas y en ocasiones desencanto.
Por consiguiente, para aquellos incapaces de encontrar un em-
pleo, y que no se están capacitando con miras a hallarlo, la perspec-
tiva de continuar desempleados puede llevarlos a la depresión, alie-
nación, y conducirlos a la pérdida de autoestima. Finalmente, para
los jóvenes cercanos a los 20 años, el éxito o fracaso en su búsqueda
de trabajo es frecuentemente de gran influencia en sus empleos
subsecuentes y en su historia personal. 22
Para un análisis más específico hay que considerar dos aspec-
tos centrales del joven desempleado: el camino que adopta su bús-
queda de trabajo, donde surge la idea de que un nuevo espacio que
está marcando la incidencia y el éxito de su búsqueda: las redes
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Parte 3. Estrategias de transición
familiares y sociales, y su aptitud para trabajar, que no sólo se limi-
ta a las cualidades y conocimientos que incorpora vía la educación
formal y/o de capacitación específica, sino que incluye la ética que
va incorporando en su relación cotidiana fundamentalmente con la
familia de origen, pero también con sus pares, maestros y demás
actores que conformarán su capital social y cultural.
Aun más, las redes sociales juegan un papel importante en el
aprendizaje social y contribuyen a la formación del “capital social y
cultural” del individuo, esto es, el conjunto de normas sociales, rela-
ciones recíprocas, expectativas y modos de comunicar lo que se en-
tiende del mundo, que cada uno se construye a través de su interacción
social. Con frecuencia, el capital social y cultural del individuo es
muy importante para tener acceso al trabajo. La naturaleza del capi-
tal social y cultural de una persona es específica de un lugar, depende
en gran medida de la localización geográfica y es frecuentemente in-
fluida por el género, la raza y la clase social. 23
Precisamente, la hipótesis central que dirige el presente es-
tudio plantea que estos jóvenes usan el mecanismo de
intermediación institucional de la bolsa de trabajo del IMJ, debido a
que no poseen las redes sociales que los apoyen para la consecu-
ción de un empleo o, en el mejor de los casos, las redes familiares
o informales en las que se mueven ya no cumplen con sus expecta-
tivas, por lo que intentan encontrar otras formas de acceder a em-
pleos más acordes con sus necesidades.
LO QUE SE SABE DE LOS JÓVENES Y EL
EMPLEO EN MÉXICO
Apesar de la amplia discusión sobre los nexos entre educación y
trabajo en los últimos años en México, un estado del arte sobre
estos temas y su vinculación con los jóvenes muestra que poco se
sabe de los elementos incidentes en este proceso; las conclusio-
nes de este estudio muestran que son cinco las vertientes detecta-
das en la relación de la tríada empleo-educación-jóvenes: 24
• Diagnósticos globales (empleo y niveles de escolaridad,
nexos entre aparato productivo e instituciones de educación
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superior o impactos de la crisis económica sobre los nive-
les de bienestar de los jóvenes).
• La interacción entre educación, empleo y jóvenes (más cer-
cana al tema que hoy nos ocupa), pero centrada fundamen-
talmente en egresados de educación superior.
• La que se orienta a estudiar los rendimientos económicos
de la educación (contribución de la educación a los ingre-
sos).
• La que se integra por estudios sectoriales sobre ramas de
actividad específicas y su relación entre escolaridad y em-
pleo o regiones geográficas concretas.
• La conformada por investigaciones referidas a los impactos
y dinámicas de los procesos de capacitación y adiestramiento
en el empleo.
Es decir, a pesar de que innumerables veces se ha planteado
que la vinculación entre educación y empleo, en su punto de con-
tacto concreto, es decir, en la incorporación del egresado del siste-
ma educativo nacional al mercado de trabajo, es un tema eminen-
temente juvenil (independientemente del nivel que el joven egrese),
poco se ha hecho para revisar este proceso a partir de la propia
visión que los jóvenes tienen de esa experiencia, lo que arrojaría
no sólo innumerables luces de cómo actuar para incidir sobre am-
bos sistemas, sino para conocer mejor sobre la condición juvenil
misma y su relación con un aspecto central que la define en su
incorporación y participación en otros campos del actuar social.
Los análisis a partir del enfoque del curso de vida de las y los
jóvenes han mostrado la importancia que tiene la influencia de la
escolaridad de la madre en la transmisión intergeneracional de
oportunidades, sobre todo en lo que tiene que ver con la salida de
escuela y con la incorporación al trabajo. Sobre el primer aspecto
se ha observado que el abandono escolar acontece más temprano
en las y los hijos de madres sin instrucción o con menos de seis
años de estudio (50% de ellos lo hace antes de los 15 años),
posponiéndose esa salida tres años más para los jóvenes cuya madre
terminó la primaria, siendo las jóvenes quienes dejan la escuela
más tempranamente que sus similares varones. 25
Con relación a la incorporación al trabajo, los hombres jóve-
nes inician una actividad remunerada más tempranamente y en
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mayor proporción que las jóvenes; en correlación, las mitad de ellos,
cuyas madres tenían una escolaridad de primaria incompleta, co-
menzó a trabajar antes de los 16 años, mientras que quienes proce-
den de hogares donde la madre contaba con estudios de primaria
concluidos o más, lo hace a los 18 años. Para el caso de las mujeres
jóvenes, cuyas madres poseen escasa escolaridad, casi el 20% co-
menzó a trabajar a los 16 años, proporción que se reduce al 13%
cuando las madres han concluido la primaria. 26
Como puede observarse, el primer condicionante de las op-
ciones que el joven enfrenta en su proceso de incorporación social
es el origen de la familia, a lo cual se añade su periodo de perma-
nencia en la institución escolar. De esta manera, las opciones de
empleo y/o trabajo corresponderán a esta trayectoria inicial.
A partir de lo anterior y dado que las problemáticas de empleo
deben ser entendidas y atendidas en el ámbito local, es necesario
revisar muy rápidamente las características que se producen de
manera particular en la población juvenil del Distrito Federal (DF)
teniendo como parámetro lo que acontece a nivel nacional.
Para 1998, 27 a nivel nacional, los 33.4 millones de jóvenes en-
tre los 12 y 29 años28 representaban un poco más de la tercera
parte de la población total (34.9%), siendo ligeramente mayor la
proporción de mujeres (Cuadro 1). Para el Distrito Federal esta
proporción de jóvenes no se modifica sustancialmente (35%) con
excepción de que la proporción del grupo de adultos (30 años y
Cuadro 1
Población total por grupos de edad y sexo
República Mexicana, trimestre abril-junio, 1998
FUENTE: Elaborado por CIEJ-IMJ, con base en INEGI-STPS, Encuesta Nacio-
nal de Empleo 1998 , México, 1999.
GRUPOS DE
EDAD
TOTAL HOMBRES MUJERES
Abs% Abs% Abs%
Nacional 95 675 535 100.0 46 698 045 100.0 48 977 490 100
Menos de 12 años 26 297 175 27.49 13 447 210 28.80 12 849 965 26.24
De 12 a 29 años 33 408 124 34.92 16 250 504 34.80 17 157 620 35.03
30 años y más 35 960 487 37.59 16 996 960 36.40 18 963 527 38.72
No especificado 9 749 0.01 3371 0.01 6 378 0.01
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369
José A. Pérez Islas y Maritza Urteaga: Procesos de incorporación de la juventud...
más) tiene un mayor peso en la capital que a nivel nacional (43.5%
contra 37.6%), según puede apreciarse en el Cuadro 2.
Los 3 millones de jóvenes del DF que había en 1998 (la se-
gunda entidad con mayor número de jóvenes en el país, sólo des-
pués del Estado de México), se distinguen del resto nacional en
que predominaban las edades de 20 a 29 años (58.5%), lo que habla
de una mayor presencia de jóvenes que están hipotéticamente en
las etapas intermedias o finales de su juventud, sobre todo en el
caso de los hombres (Cuadro 3).
FUENTE: Elaborado por CIEJ-IMJ, con base en INEGI-STPS, Encuesta Nacio-
nal de Empleo 1998 , México, 1999.
Cuadro 3
Distribución porcentual de la población joven por grupos
de edad y sexo República Mexicana y Distrito Federal,
trimestre abril-junio, 1998
FUENTE: Elaborado por CIEJ-IMJ, con base en INEGI-STPS, Encuesta Nacio-
nal de Empleo 1998 , México, 1999.
Cuadro 2
Población total por grupos de edad y sexo
Distrito Federal, trimestre abril-junio, 1998
GRUPOS DE
EDAD
TOTAL HOMBRES MUJERES
Abs% Abs% Abs%
Distrito Federal 8 572 535 100.0 4 144 613 100.0 4 427 922 100.0
Menos de 12 años 1 838 310 21.44 975567 23.54 862743 19.48
De 12 a 29 años 3 000 596 35.00 1 458 608 35.19 1 541 988 34.82
30 años y más 3 733 629 43.55 1 710 438 41.27 2 023 191 45.69
GRUPOS TOTAL HOMBRES MUJERES
DE EDAD RM DF RM DF RM DF
Población juvenil 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0 100.0
12 a 14 años 19.8 15.1 20.4 15.9 19.3 14.4
15 a 19 años 30.6 26.4 31.2 25.9 30.0 26.9
20 a 24 años 26.7 31.8 26.2 32.2 27.2 31.4
25 a 29 años 22.8 26.7 22.2 26.0 23.4 27.3
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370
Parte 3. Estrategias de transición
No obstante, cuando se compara su condición de actividad,
puede apreciarse que las proporciones se invierten (cierto que de
manera pequeña, pero indicativa) entre los que son económicamente
activos y quienes no lo son, pues hay más inactivos en el DF (Cua-
dro 4).
En el Cuadro 5 esta particularidad de la población juvenil en la
capital de la República se acentúa al desglosar a los jóvenes econó-
micamente activos y su condición de ocupación, observándose que
FUENTE: Elaborado por CIEJ-IMJ, con base en INEGI-STPS, Encuesta Nacio-
nal de Empleo 1998 , México, 1999.
Cuadro 4
Condición de actividad de la población joven
República Mexicana y Distrito Federal, trimestre abril-
junio, 1998
FUENTE: Elaborado por CIEJ-IMJ, con base en INEGI-STPS, Encuesta Nacio-
nal de Empleo 1998 , México, 1999.
Cuadro 5
Población económicamente activa joven
por condición de ocupación
República Mexicana y Distrito Federal,
trimestre abril-junio, 1998
ENTIDAD JÓVENES PEA PEI
Abs% Abs% Abs%
República
Mexicana
33 408 124 100.0 16 913 583 50.63 16 494 541 49.37
Distrito Federal 3 000 596 100.0 1 473 404 49.10 1 527 192 50.90
ENTIDAD PEA JOVEN OCUPADA DESOCUPADA
ABIERTA
Abs% Abs% Abs%
República
Mexicana
16 913 583 100.0 16 296 002 96.35 617 581 3.65
Distrito Federal 1473404 100.0 1 375 877 93.38 97 527 6.62
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371
José A. Pérez Islas y Maritza Urteaga: Procesos de incorporación de la juventud...
los que se encuentran en desocupación plena casi duplican a la
media nacional (3.6% contra 6.6%).
El desempleo juvenil en el DF se recrudece en el sector con
estudios de nivel medio o superior (52.2%), pero sobre todo en las
mujeres jóvenes con escolaridad superior a la secundaria, donde
alcanza al 72.7% de ellas, en comparación con el 38.9% de los
hombres (Cuadro 6).
FUENTE : Elaborado por CIEJ-IMJ, con base en INEGI-STPS, Encuesta Na-
cional de Empleo 1998 , México, 1999.
Cuadro 6
Población desocupada abierta joven por sexo y nivel de
instrucción
NIVEL POBLACIÓN JOVEN HOMBRES MUJERES
EDUCATIVO Abs% Abs% Abs%
Total 97 527 100.0 59 302 100.0 38 225 100.0
Sin instrucción 0 0 0 0 0 0
Primaria
incompleta 5 446 5.58 5 431 9.16 15 0.04
Primaria
completa 8 726 8.95 7 355 12.40 1 371 3.59
Secundaria
incompleta 9 997 10.25 7 906 13.33 2 091 5.47
Secundaria
completa 22 465 23.03 15 520 26.17 6 945 18.17
Subprofesional 8 789 9.01 823 1.39 7 966 20.84
Preparatoria 24 155 24.77 12 655 21.34 11 500 30.08
Profesional
medio 1 726 1.78 905 1.53 821 2.15
Profesional
superior 16 223 16.63 8 707 14.68 7 516 19.66
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372
Parte 3. Estrategias de transición
EL PROYECTO: TRAYECTORIAS LABORALES
JUVENILES: ÁMBITO Y OBJETIVOS
El proyecto de investigación se realizó bajo la coordinación del
Centro de Investigación y Estudios sobre Juventud y con el apoyo
de la Dirección de Empleo y Capacitación y Bienestar Juvenil del
IMJ, aprovechando a la población juvenil que asiste a la Bolsa de
Trabajo (BT) de la institución.
En el año 2000, el IMJ facilitaba a los jóvenes el acceso e in-
corporación al sector laboral mediante los servicios de bolsa de
trabajo y capacitación laboral con becas a través de varias modali-
dades en coordinación con la Secretaría de Trabajo y Previsión So-
cial (STPS). Lo más relevante de este programa es que venía ope-
rando en esta instancia de juventud (ahora denominada IMJ) desde
hacía 23 años, aun a pesar de los cambios en el rumbo y la direc-
ción institucionales. Es más, en 2000 el programa de empleo juve-
nil era, tal vez, el único de los programas de carácter operativo y
no normativo del Instituto. Es probable que una de las razones que
explique su permanencia sea no sólo el que diera servicio directo a
los jóvenes, sino también la flexibilidad para incorporar, a lo largo
de su desarrollo, actividades adicionales que le permitieron conso-
lidarse y reforzar/actualizar a lo largo de esos años y administra-
ciones sus objetivos y acciones.
Así, cuando en 1999 se constituyó formalmente el IMJ como
dependencia federal descentralizada (dejando de ser apéndice de la
Comisión Nacional del Deporte), empezó a denominarse Progra-
ma de Empleo, Capacitación y Bolsa de Trabajo, al tener como pro-
pósito brindar a las y los jóvenes alternativas de empleo, capacita-
ción para el trabajo y becas educativas que les permitieran ampliar
sus oportunidades de desarrollo e inserción a la vida productiva de
México.
Las entrevistas iniciales realizadas a los directivos del progra-
ma nos señalaron que se trataba de jóvenes usuarios entre los 17 y
los 29 años de edad y que, en su gran mayoría, estaban inscritos en
el sistema escolar o lo habían estado en los niveles medio y supe-
rior. Estas características entraban en el perfil juvenil, en el que
pudiéramos explorar la relación jóvenes—empleo–educación en
trayectorias laborales concretas de jóvenes que buscaran trabajo
y/o tuvieran alguna experiencia laboral.
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373
José A. Pérez Islas y Maritza Urteaga: Procesos de incorporación de la juventud...
Como se ha sostenido acápites arriba, no sólo existe un terri-
torio desierto en cuanto a la investigación y exploración empírica
de la relación jóvenes y empleo, salvo las aproximaciones realiza-
das en un marco de estudios de la fuerza laboral nacional y regio-
nal; el desconocimiento es aún mayor en lo que refiere a esta rela-
ción y las trayectorias laborales de quienes se inician en la búsqueda
de empleo y tienen cierta calificación adquirida, ya sea en la edu-
cación formal o por otras vías.
Por ahora nos basta con señalar que muchos estudios sobre
los procesos de inserción laboral juvenil han centrado sus preocu-
paciones en los logros educativos y su influencia en los logros la-
borales, sin detenerse en la integralidad que representa este trán-
sito de la familia de origen al empleo, incluyendo su paso por la
escuela.
La integralidaddel tránsito juvenil al empleo incluye funda-
mentalmente ese rico entramado de relaciones sociales que se va
dando a través de la vida del joven por los diferentes ámbitos en la
que transcurre y que le van ofreciendo una gama de condiciones
sobre sus posibilidades de obtención de trabajo y percepciones
sobre la calidad que éste puede o debe tener.
En todos los espacios sociales y culturales en los que se in-
serta y se desarrolla el quehacer cotidiano del joven, como son la
familia, la escuela, el trabajo o el barrio se generan y operan pro-
cesos de identidad. Su característica es su carácter relacional y
subjetivo, hecho que, de alguna manera, flexibiliza o hace borro-
sas las segmentaciones más duras de la sociedad (por ejemplo, el
origen y pertenencia a la clase social ya ciertos ambientes socia-
les, étnicos o de genero). En estos ambientes cotidianos se gene-
ran los grupos de filiación y demás formas agregativas sociales,
denominadas redes sociales , las cuales funcionan a modo de “…
parámetros culturales o simbólicos que no son independientes del
acontecer socioeconómico, sino que éste los condiciona profunda-
mente”. 29
El tema de las redes sociales es preponderante en el enfoque
de nuestro trabajo.
Las redes sociales se utilizan para analizar las relaciones
mediáticas entre los entornos estructurales y las capacidades reflexi-
vas de la acción en la juventud, tomando en cuenta los procesos
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374
Parte 3. Estrategias de transición
identitarios que suponen dicha categoría. Expresan, por este motivo,
una opción analítica entre los condicionamientos estructurales y los
acomodamientos que los jóvenes construyen en función de sus opor-
tunidades y alternativas que ofrecen los procesos identitarios propios
de su rango de edad y las características biológicas, psicológicas,
antropológicas y sociales que los caracterizan. 30
Por tanto, nuestra indagación sobre el capital social familiar y
su conexión con el capital educativo cultural acumulado por los
jóvenes “buscadores de trabajo” representa el aspecto y la aporta-
ción al proyecto.
El objetivo general del proyecto fue obtener una visión inte-
gral de las tendencias que sobre el fenómeno del empleo se mani-
fiesta en ciertos jóvenes del área metropolitana de la ciudad de
México, tomando como datos significativos aquellos que nos per-
mitieran establecer relaciones entre la inserción y situación labo-
ral, las redes sociales y la educación de los y las jóvenes con la
estructura socioeconómica y política general de la región. Al pre-
tender dar una visión integral sobre la transición laboral de los y
las jóvenes urbanos se construyeron cuatro ámbitos o campos ana-
líticos, a través de los cuales acercarnos a este proceso: el ámbito
laboral, el familiar, el educativo y el de las redes sociales.
Es necesario aclarar que en el presente texto sólo se consig-
narán ciertas particularidades encontradas en las trayectorias la-
borales de los y las jóvenes entrevistados, las cuales permiten acer-
carnos con mayor profundidad el perfil de los jóvenes usuarios que
acuden a solicitar empleo a la BT del IMJ y resaltar algunas de las
interrelaciones familiares, escolares y de capital social que influ-
yen en los jóvenes entrevistados en sus perspectivas y logros de
ocupación. Sin embargo, antes de abordar las trayectorias labora-
les juveniles, describiremos el universo y los enfoques
metodológicos aplicados en el proceso de investigación.
UNIVERSO Y ENFOQUES UTILIZADOS EN LA
INVESTIGACIÓN
En el proceso de investigación se combinaron acercamientos cuan-
titativos y cualitativos. En un primer momento, se realizó un acer-
camiento cuantitativo a los registros de solicitudes de empleo y
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375
José A. Pérez Islas y Maritza Urteaga: Procesos de incorporación de la juventud...
becas correspondientes al año de 1999 en la BT, contemplando
una población juvenil entre los 17 y los 29 años de edad, a fin de
diseñar un primer perfil sociocultural de los jóvenes que acuden al
servicio. Simultáneamente, se acometió la observación participante
dentro del espacio de la BT, a fin de explorar la actuación de algu-
nos de los sujetos en la escena social (mediadores/jóvenes
buscadores de empleo) y así comprender y valorar la atención que
reciben los jóvenes usuarios cuando llegan a solicitar empleo y
son canalizados.
Así, con los 2 521 registros de solicitud de empleo de la BT se
construyó una base de datos dando cuenta de algunas característi-
cas básicas de los usuarios, como son: edad (17-29 años), sexo
(60% usuarios varones/40% mujeres), grado de escolaridad (se-
cundaria, carrera comercial, técnico, bachillerato y profesional),
estado civil (solteros, unidos en pareja, madres solteras, entre
otros). Los datos sustantivos que arrojó la aproximación cuantita-
tiva a los registros sirvieron de parámetro para construir una mues-
tra no probabilística de sujetos-tipo de los jóvenes usuarios de este
servicio. Si bien no intentamos dar a esta muestra un carácter
estadísticamente representativo—en tanto nuestro objetivo es
exploratorio y buscamos la calidad y profundidad de la informa-
ción—, se buscó y seleccionó a los y las jóvenes que entraran en
estos parámetros, observando la proporción en términos de seg-
mentos de edad y sexo que había arrojado la revisión de registros.
A partir de estos resultados, se definió una muestra de perfi-
les-tipo de la heterogeneidad juvenil encontrada, con el objeto de
aplicar entrevistas en profundidad a los que serían seleccionados.
En razón de este criterio, se eligieron 30 hombres y 22 mujeres,
sumando un total de 52 jóvenes; de los cuales 47 eran solteros y 5
casados en el momento de su visita a la BT, dado que la incidencia
en los casos de personas solteras era mayor. 31
La segunda etapa consistió en la elaboración de los cuestio-
narios base para la aplicación de las entrevistas a profundidad a fin
de rescatar acontecimientos y actividades de los jóvenes buscadores
de empleo que no podían observarse directamente en los regis-
tros de inscripción a la BT. Los temas anteriormente determina-
dos (familia, escuela, trabajo y redes sociales) se desglosaron, a su
vez, en preguntas principales y preguntas secundarias, las cuales
respondían a diversas variables e indicadores importantes para co-
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376
Parte 3. Estrategias de transición
nocer con mayor profundidad el origen de los jóvenes, sus
cosmovisiones y sus expectativas futuras de vida. En la aplicación
de las entrevistas, se puso en práctica un modelo de conversación
entre iguales, para las cuales previamente se capacitó a un equipo
de jóvenes estudiantes de antropología, sociología y sicología para
que las aplicaran y las fueran rediseñando en la experiencia de cam-
po. 32
EL PERFIL DE LOS/LAS JÓVENES
BUSCADORES DE EMPLEO
En una primera aproximación a los y las jóvenes que acuden a
buscar empleo en la BT, a través de los registros del año de 1999,
se observa que ellos y ellas provienen fundamentalmente del Dis-
trito Federal (65.5%) y de los municipios conurbados del Estado de
México (25.5%). Del total que vive en el Distrito, el 29% lo hace
en la Gustavo A. Madero, el 27% en Iztapalapa, el 16% en la
Cuauhtémoc, el 11% en Azcapotzalco, el 9% en la Venustiano
Carranza, el 8% en Coyoacán y el resto habita en otras delegacio-
nes. Mientras que el grueso de los que provienen del Estado de
México habitan en Ciudad Nezahualcóyotl (38%) y en Ecatepec
(31%), y los demás en municipios circunvecinos al DF, como
Tlalnepantla (12%), Naucalpan (10%), Chimalhuacán (5%) y
Cuautitlán Izcalli (4%).
Los buscadores de empleo son mayoritariamente de sexo
masculino (60%). Sin embargo, la presencia de jóvenes mujeres es
bastante relevante (40%). Los y las jóvenes que más acuden a la
BT en busca de empleo son aquellos que se encuentran entre los
20 y los 24 años de edad (45%) y entre los 25 y los 29 años (un
27%), mientras la población entre 15 y 19 años es aún escasa (13%).
Un rasgo que parece distinguir a los jóvenes que acuden a la
BT es su nivel de escolaridad. En efecto, un 40% de ella cursa o ha
terminado sus estudios profesionales, otro 30% su bachillerato y
un 19% tiene estudios técnicos. Este hecho parece influir fuerte-
mente en las áreas de interés de estos buscadores de empleo. Así,
al registrarse ellos y ellas afirmaron estar principalmente interesa-
dos en encontrar empleo en las áreas: Administrativa y Comercial
(47%), en la de Sistemas (9%) y, en la de Salud y Educación (4%),
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377
José A. Pérez Islas y Maritza Urteaga: Procesos de incorporación de la juventud...
mientras sólo un 6% parece estar interesado en empleos operativos.
Sin embargo, se observa que un 22% aún no tiene claras sus áreas
de interés (22%).
TRAYECTORIAS LABORALES DE LOS Y LAS
JÓVENES ENTREVISTADOS
Los y las jóvenes entrevistados para esta exploración viven en la
ciudad de México y en los municipios conurbados del Estado de
México, tienen entre 18 y 28 años de edad, aunque la mayor parte
de las experiencias y valoraciones obtenidas en este estudio pro-
vienen de jóvenes que tienen entre los 21 y 25 años de edad, que
están cursando o han terminado sus estudios universitarios. Es
más, al momento de la entrevista, el resto de jóvenes tiene como
mínimo estudios de bachillerato (incluida la modalidad técnica).
Llama la atención que las jóvenes mujeres tienen mayor escolari-
dad que los jóvenes varones. Es notoria, sin embargo, la diferencia
entre las áreas de interés escolar de mujeres y hombres. La prefe-
rencia de las primeras está en Humanidades, mientras los segun-
dos optan principalmente por cursar sus estudios en la de Cien-
cias y Tecnología.
La forma predominante de familia que se encuentran en los y
las jóvenes entrevistados es la nuclear, seguida de la familia ex-
tensa y, luego, la del tipo monoparental. 33 Casi todos los entrevis-
tados (incluso los pocos casos que se encuentran casados y con
hijos) viven en el seno familiar, ya sea con uno o ambos padres o
con otro familiar, y todos mantienen una relación muy cercana con
sus padres y hermanos, además de con otros parientes cercanos a
sus núcleos familiares. Ellos y ellas por igual no sólo viven en
términos físicos y espaciales con sus familias. También expresa-
ron un fuerte involucramiento sentimental/emocional y sólidos
lazos económicos con ellas.
Inicio de la trayectoria laboral
A grandes rasgos, los y las jóvenes que asisten a la BT inician
sus trayectorias laborales entre los 15 y los 20 años. Sin embargo,
los jóvenes la inician algunos años antes que las mujeres. Con más
Page 372
378
Parte 3. Estrategias de transición
frecuencia, los hombres jóvenes se inician como trabajadores en-
tre los 15 y los 17 años. Existe un mayor número de mujeres que
parece necesitar emplearse entre los 21 y los 23 años de edad.
Así, entre los 11 y los 14 años pocos varones se inician como
trabajadores. Sin embargo, entre los 15 y los 17 años, edad que
marca su paso a la adolescencia, muchos de los entrevistados en-
traron a trabajar sin dejar de estudiar. Otros más se iniciaron entre
los 18 y los 20, así como entre los 21 y los 23. La cifra disminuye
bruscamente en los siguientes rangos de edad. Al preguntarles los
motivos de su ingreso a la esfera laboral, respondieron que
prioritariamente era para “solventar gastos personales propios”(es
decir, gastos en ropa, esparcimiento, cursos extra académicos y
otros). En segundo lugar, aunque bastante distante de la primera
razón, está “para apoyar gastos de la economía familiar”. Cabe des-
tacar la presencia importante de aquellos que empiezan a trabajar
por ambas razones (que incluye gastos escolares), lo cual estaría
señalando una ligera tendencia a que los jóvenes hombres aporten
al gasto familiar o reduzcan la presión de ese gasto apoyando a la
familia desde el inicio de su trayectoria laboral.
En el caso de las entrevistadas, el ritmo y los motivos de su
entrada a la esfera laboral son diferentes. Ésta inicia tres años más
tarde que la de los hombres y la demanda de trabajo no aumenta
sustantivamente entre los 21 y 23 años. Solventar sus gastos pro-
pios y la “curiosidad por conocer”(experimentar el trabajo, apren-
der en la práctica sus intereses vocacionales, servir y otras) son—
casi por igual—las motivaciones prioritarias de su entrada a la
esfera laboral. Cabe señalar que el “solventar los gastos de la eco-
nomía familiar” es una razón mucho menos importante para ellas.
Algo a resaltar es que, y para el perfil de jóvenes en nuestro
estudio, tanto los hombres como mujeres incursionan en el merca-
do laboral por iniciativa propia y sólo algunos lo hacen por presio-
nes familiares (para solventar los gastos familiares). A diferencia
de las búsquedas adultas de empleo, las de los y las jóvenes tienen
más que ver con su propia condición juvenil, esto es, con las nece-
sidades que tienen en determinado momento. Y éstas están rela-
cionadas, por un lado, con sus exploraciones identitarias en varios
ámbitos de la vida (el laboral, por ejemplo) y, por otro, con “las que
su tiempo presente les demande”(entre ellas, obtener dinero para
explorar los espacios de ocio y otros).
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379
José A. Pérez Islas y Maritza Urteaga: Procesos de incorporación de la juventud...
También, desde una mirada que relaciona la condición juvenil
con el género, el trayecto del inicio laboral pareciera moverse al
ritmo del tránsito entre la pubertad y la adolescencia y entre éstas
y la juventud, vividos de manera diferenciada entre hombres y
mujeres. En nuestra sociedad, a pesar de afirmaciones como la de
“los ritos ya no existen”, el tránsito de la niñez a la adultez está
marcado por ritos de paso. Feixa34 observa que aún en muchas
sociedades actuales, la condición de tránsito entre la infancia y la
adultez en las mujeres está relacionada con ritos de paso que cele-
bran su capacidad de procreación (reproducción de la vida), mien-
tras que los relacionados con los varones celebran el inicio de su
capacidad productiva y proveedora.
Así pues, el que los jóvenes varones inicien su trayectoria
laboral más temprano que las mujeres podría estar relacionado con
dos situaciones aparentemente simultáneas: la primera, con su
paso a la juventud, esto es, con su necesidad de tener más espa-
cios y tiempos para sí (tiempo de ocio), los cuales requerirían,
según el rol de género en nuestra cultura, ser solventados por sí
mismos. En nuestra sociedad, una de las funciones más importan-
tes del rol de género masculino es fomentado en ellos desde muy
pequeños y se convierte en presión durante la adolescencia y ju-
ventud. Ellos deben demostrar—paso a paso—que pueden ser
autosuficientes, para en un “futuro” demostrar que pueden tam-
bién ser proveedores y mantenedores de sus propias familias. Es
más, conseguir su primer trabajo y aportar dinero a la economía
familiar puede ser entendido como un rito de paso entre su condi-
ción de infante dependiente y su primera entrada a la condición
adulta, caracterizada por la independencia y autonomía.
Para el caso de las mujeres, observamos una actitud diferente
por parte de la familia con respecto a ellas, relacionada con los
roles de género femeninos socialmente aceptados. La manifesta-
ción de su condición de mujer adulta no se encuentra en la esfera
laboral (productiva), sino en la esfera de la reproducción de la vida.
Por tanto, en este estudio, las mujeres jóvenes no tienen que de-
mostrar su capacidad productiva, como en el caso de los varones,
De ahí que no sólo puedan retardar su ingreso a la vida laboral,
sino que también puedan gastarse el dinero en su persona o tam-
bién darse la oportunidad de experimentar el ámbito de trabajo
como espacio de exploración de su propia identidad.
Page 374
380
Parte 3. Estrategias de transición
Otro punto de vista—desde el tipo de familia—nos permite
entrar a mayor profundidad en este tema y, por ahora, sólo subra-
yar algunos elementos pertenecientes a otros ámbitos en los que
los y las jóvenes se desenvuelven en la vida real, las cuales vuel-
ven borrosas algunas segmentaciones “duras”, por ejemplo la de
género.
Partimos de considerar que existe una fuerte relación entre el
tipo de familia en el que están insertos, la realidad y expectativas
escolares y la edad de inicio laboral de los entrevistados y las en-
trevistadas. Así, la escolaridad de los y las jóvenes que viven en
familias nucleares va desde el nivel medio superior, en su modali-
dad de carrera técnica, y pasa por el nivel superior hasta el grado
de maestría. En este tipo de familia, los padres valoran fuertemen-
te los estudios sobre cualquier otra actividad (laboral o lúdica). Casi
todos los y las jóvenes de este tipo de familia empezaron a tener
sus primeras experiencias laborales entre los 15 y los 18 años en
empleos que les permitieran seguir en la escuela. Con todo, las
razones que esgrimieron hombres y mujeres para iniciar a trabajar
fueron divergentes. Los hombres se iniciaron en el momento que
dejaron de estudiar más por influencia o exigencia de los padres
que por deseos propios, mientras las jóvenes manifiestan que en-
traron a trabajar para “reconocerse como gente productiva” o “sa-
ber lo que era el trabajo” o para lograr algunas satisfacciones per-
sonales y de diversión.
Entre los y las jóvenes que viven en familia extensa, la escola-
ridad abarca entre el nivel medio superior, carrera técnica y el ni-
vel superior. En este caso, la valoración familiar de los estudios se
da a través de prácticas específicas y no discursivas. Está susten-
tada en el apoyo económico que cada miembro de la familia exten-
sa realiza para que sus hijos y hermanos sigan estudiando. El inicio
de la trayectoria laboral para los y las jóvenes de este tipo de fami-
lia tampoco se debe a presión familiar alguna. Dependerá del lugar
que ocupe el joven o la joven dentro de la familia, si se es el primo-
génito o la primogénita, la edad de inicio tiende a ser menor (15 y
17 años para los hombres, 18 a 23 para las mujeres); si se es menor
o hijo único, contará con toda la protección familiar y postergará su
entrada al mercado laboral. Sin embargo, las razones por las cuales
empiezan a trabajar tienen que ver con solventar sus gastos perso-
nales, aunque sin dejar de estudiar o al cabo de interrumpir sus
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381
José A. Pérez Islas y Maritza Urteaga: Procesos de incorporación de la juventud...
estudios por tiempos cortos, para volverlos a iniciar impulsados
precisamente por las expectativas de la familia.
Por último, los y las jóvenes que viven en familias
monoparentales tienen también una escolaridad entre el nivel me-
dio superior, la carrera técnica y en el nivel superior. En este tipo
de familia la madre está al frente de ella. Ninguno de los entrevis-
tados expresa haberse quedado sin estudiar por la ausencia del
padre. Sin embargo, los y las jóvenes de este tipo de familia ade-
lantan su ingreso al mercado laboral (15 ó 16 años si es hombre, 23
si es mujer), bien sea para solventar sus gastos personales o esco-
lares y/o para brindar una aportación económica a sus hogares,
aunque sus madres no se los demanden. Ellos y ellas por igual dan
un lugar relevante al empleo en sus vidas.
La obtención del primer empleo
Tanto hombres como mujeres consiguieron su primer empleo
principalmente a través de relaciones sociales. Otras vías secun-
darias fueron medios propios, 35 la BT y, por último, otras bolsas de
trabajo. Es decir, el primer empleo fue conseguido gracias a las
redes sociales de las que dispone cada joven. En el inicio de su
trayectoria laboral, la red más importante de los y las jóvenes es la
familiar. Ella vincula, sin embargo, a más hombres que a mujeres a
su primer empleo. Puede observarse que la familia en este mo-
mento es no sólo un núcleo importante, sino una estructura diná-
mica que provee a los y las jóvenes de las mayores posibilidades
de insertarse al mundo laboral.
El segundo ámbito en importancia para la inserción activa de
los y las jóvenes en el mundo laboral es la red de amigos desarro-
llada en la escuela. A través de ella, se vincularon a su primer
empleo muchas más mujeres que hombres. Para estos últimos,
funciona en este primer momento y sobre todo para insertarse en
el ámbito laboral, la red de amigos en la comunidad, red de la care-
cen todas las jóvenes entrevistadas. Que más mujeres se vinculen
a su primer empleo por vía de las amistades desarrolladas en la
escuela y más hombres lo hagan vía sus amistades del barrio está
estrechamente vinculado al rol social de cada uno de los sexos. La
socialidad de las jóvenes mujeres está marcada por su vinculación
a grupos cerrados y en espacios acotados; mientras la socialidad
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Parte 3. Estrategias de transición
de los jóvenes varones es mucho más abierta y se caracteriza por
su pertenencia a varios grupos, tanto de la comunidad como del
resto de ámbitos donde socialmente les está permitido circular con
libertad desde pequeños.
Abrumadoramente, los y las jóvenes entrevistadas se inserta-
ron por primera vez al mundo laboral en empresas privadas. En
segundo lugar, lo hicieron en negocios familiares y, en tercero, en
instituciones del sector público. Este movimiento es igual en hom-
bres y en mujeres, con excepción de un caso, en que un joven se
autoempleó en su negocio propio. Hasta aquí podríamos señalar
que son las instituciones privadas las que con mayor frecuencia
abren sus espacios a este perfil de jóvenes para su primera inser-
ción en el mercado laboral. Sin embargo,¿ cuál es el tipo de em-
pleos a los que, por primera vez, acceden estos y estas jóvenes? O
mejor,¿ qué tipo de empleos ofrecen las empresas privadas a estos
jóvenes con estudios de nivel medio superior y superior?
Para observar esto, hemos creado cuatro categorías que agru-
pan los tipos de empleo a los que nuestros entrevistados accedie-
ron por primera vez, utilizando las propuestas de Castells y otros
especialistas. 36 Éstas son:
Trabajo genérico 1 (G1): incluye todos aquellos empleos que
no requieren de conocimiento previo alguno. Son empleos
manuales no calificados no vinculados a algún tipo de tecno-
logía específica. En esta categoría caben empleos como el
de demostración de mercancías, animadores no calificados
en actividades de esparcimiento, meseros, cargadores,
volanteros, ayudantes generales, mensajeros, guardias y
otros similares.
Trabajo genérico 2 (G2): incluye los empleos para los que
tampoco se necesita una calificación específica, pero sí una
preparación mayor en tanto están vinculados a los ámbitos
administrativos, tales como telemarketing , vendedores no
especializados, entre otros.
Calificado 1 (C1): se incluyen todos los empleos para los
que sólo es necesaria una preparación técnica, como son los
de capturistas, recepcionistas, secretarias, o aquellos que
tienen que ver con la enseñanza de habilidades artísticas
manuales para niños, por ejemplo.
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José A. Pérez Islas y Maritza Urteaga: Procesos de incorporación de la juventud...
Calificado 2 (C2): incluye los empleos para los que se nece-
sita tener una preparación universitaria.
Bajo esta perspectiva, la mayoría de los jóvenes entrevista-
dos empezó a trabajar en empresas privadas con empleos conside-
rados dentro de la categoría G1, esto es como demostradores,
animadores, meseros, cargadores,“volanteros”, ayudantes gene-
rales, mensajeros, edecanes, guardias y algunos otros. Encontra-
mos diferencias importantes por sexo en este primer acceso labo-
ral. Por ejemplo, existe una mayor tendencia a que las jóvenes
accedan en el inicio de su trayectoria laboral a trabajos C2.
El último empleo
Al momento de la entrevista, la mayor proporción de los y las
jóvenes se encontraba exclusivamente trabajando (21 de los 37).
En segundo lugar, sólo estudiaba (17 del total) y resto combinaba
las dos actividades. Entre las situaciones que resaltan en este con-
junto de información están: el que la condición de exclusivamente
estudiante esté reservada a unos pocos y pocas, el peso del grupo
de los que estudian y trabajan descansa sobre todo, en presencia
de las mujeres, y, finalmente, que el desempleo lo padezcan tanto
hombres como mujeres por igual.
Varias cosas pueden decirse respecto a la condición de activi-
dad de hombres y mujeres por separado. El mundo laboral parece
absorber a los jóvenes varones con mucho más frecuencia que a
las jóvenes mujeres y es un proceso que se desarrolla en desme-
dro de sus estudios. Así, el número de hombres que exclusiva-
mente se dedican a trabajar es mucho mayor que el de las jóvenes
que sólo se dedican a ello. Inversamente, el número de varones
que solamente estudian es comparativamente menor al número
de mujeres en la misma situación.
Por otro lado, el movimiento de las jóvenes tiene un curso
diferente al de sus congéneres del sexo opuesto. En la actualidad,
ellas privilegian el estudio sobre las otras actividades. El grupo
conformado por las mujeres que solamente estudian y las que es-
tudian y trabajan es aplastante con respecto al mismo conjunto
varonil.
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Parte 3. Estrategias de transición
No obstante, los mismos datos apuntan algunas tendencias
respecto a la importancia que las jóvenes parecen estar dando al
empleo en sus vidas ya los medios—como la educación, por ejem-
plo—que consideran necesarios para conseguirlo. Por un lado, el
grupo de jóvenes mujeres que estudian y trabajan es mucho más
importante que el conformado por aquellas que sólo se dedican a
estudiar; y, por otro, el grupo conformado por las que exclusiva-
mente trabajan y aquellas que trabajan y estudian es ligeramente
menor al grupo conformado por aquellas que estudian y las que
trabajan y estudian.
Las razones por las que actualmente están trabajando o por
las que desean trabajar vertidas por nuestros entrevistados, pue-
den ayudarnos a profundizar en este último tema y en el de la in-
fluencia de la esfera laboral en el tránsito a la vida adulta.
Una primera aproximación a estas razones en el último em-
pleo señala a “solventar los gastos propios” como el motivo princi-
pal que tienen para trabajar los y las jóvenes entrevistados. El se-
gundo lugar de sus prioridades lo ocupa el “solventar los gastos de
la economía familiar”. En términos generales, es posible sostener
que el orden de los motivos para trabajar esgrimidos en el primer
trabajo y en el último es el mismo. Sólo habría que destacar que, en
esta trayectoria laboral, ha aumentado considerablemente el nú-
mero de jóvenes que trabajan para solventar tanto sus gastos per-
sonales como los de su familia. Esta situación es significativa, pues
podría estar señalando el tránsito de algunos jóvenes a la esfera
adulta en términos de una mayor asunción de responsabilidades
(como la de convertirse en autosuficiente e iniciar la manutención
de otros), y que uno de los factores que coadyuva positivamente en
este tránsito es su cada vez más fuerte y mayor inserción en la
esfera laboral.
Una segunda aproximación a los y las jóvenes por género pue-
de mostrarnos detalles de este tránsito. Así, contrario a las razo-
nes que los jóvenes varones priorizaron al inicio de su trayectoria
laboral (en primer lugar, la de solventar sus gastos propios y, en
segundo, la de solventar los gastos familiares), los jóvenes entre-
vistados que están trabajando en la actualidad o que desean volver
a hacerlo, tienen por razones principales solventar los gastos fami-
liares y sus gastos propios o personales, ubicándolas en el mismo
nivel de prioridad.
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José A. Pérez Islas y Maritza Urteaga: Procesos de incorporación de la juventud...
Por otro lado, también se observa un reordenamiento en las
prioridades de las razones que las jóvenes mujeres esgrimen para
trabajar. Al inicio de sus trayectorias laborales, ellas priorizaron el
solventar gastos propios junto a otras razones (muchas de ellas no
específicamente económicas que responden a la curiosidad de co-
nocer lo que es trabajar y explorar en la práctica sus intereses
vocacionales) como los motivos más importantes.
Sin embargo, en el momento actual de sus trayectorias labo-
rales, las jóvenes que están trabajando o están buscando volver a
hacerlo, tienen como motivo más importante el solventar sus gas-
tos propios o personales. De manera muy clara, esta razón sobre-
pasa a las otras. Es posible que el ciclo de experimentación de las
“otras razones” esté, en el momento actual de su trayectoria labo-
ral, ya cerrado (de ahí el desplazamiento drástico de este motivo
en sus actuales prioridades) y que en el proceso, las jóvenes gana-
ran en autovaloración y autoestima y que se planteen, entonces,
refrendar esta nueva valoración en dinero.
Al contrario de lo que sucede con los jóvenes varones, quie-
nes priorizan en el momento actual de sus trayectorias laborales
el solventar los gastos familiares tanto como los propios (posible-
mente porque también la presión familiar al respecto haya creci-
do), las mujeres que trabajan por cubrir los gastos familiares son
ahora menos que las que dijeron hacerlo al inicio de su trayectoria.
La poca importancia que actualmente las jóvenes dan a otras razo-
nes ya solventar los gastos familiares, estaría revelando el trato
diferenciado que cada familia tiene con cada uno de los géneros.
Mientras a los hombres se les fomenta, desde el inicio de su tra-
yectoria laboral, el aportar a los gastos familiares, a las mujeres se
les permite experimentar y curiosear en el inicio y, posteriormen-
te, gastarse el dinero en sí mismas, bajo el “entendido” de que
ellas no tendrán que mantener a otros.
Nuevamente, observamos aquí las formas cómo los ámbitos
institucionales (familia/trabajo) van introyectando en los y las jó-
venes los roles de género socialmente aceptados y cómo éstos los
interiorizan y reproducen en cada una de las actividades que reali-
zan en el tránsito a la vida adulta.
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Parte 3. Estrategias de transición
Los mecanismos de obtención del empleo: las
transformaciones entre el primero y el último
En el momento actual de su trayectoria laboral, tanto hom-
bres como mujeres siguen obteniendo el empleo principalmente a
través de sus redes sociales. Los contactos adicionales para con-
seguir el último empleo fueron los medios propios, la BT y, por
último, otras bolsas de trabajo. Sin embargo, observamos que si
bien las redes todavía son el principal medio de vinculación con la
ocupación, ha aumentado el número de jóvenes que ha accedido a
empleos mediante las otras vías. Es decir, en este momento, ha
disminuido el peso de las redes sociales como vía de obtención de
empleo.
Esta disminución es bastante pronunciada en los jóvenes va-
rones, quienes parecen haber elevado considerablemente su capa-
cidad para conseguir empleo a través de sus propios medios, así
como a través de la BT. Esto podría estar relacionado con el mayor
número de empleos por los que han pasado en el periodo entre el
primero y el último. Con todo ello, han adquirido mayor experien-
cia y su currículo ha crecido, dándoles mayor confiabilidad y acce-
so directo en las empresas en las que se presentan a pedir trabajo.
El ámbito laboral en ese sentido, también es una estructura que
posibilita, sobre todo a los jóvenes varones, el establecimiento de
relaciones informales tanto con los compañeros de trabajo como
con los jefes (situación que las mujeres viven de manera muy limi-
tada, por ejemplo) y, en ese sentido, funciona como red social de
acceso a mejores empleos.
Los accesos de las jóvenes a los empleos son bastante distin-
tos. Podemos observar que han mantenido las redes sociales como
contacto más importante de acceso al último empleo. Igual han
mantenido los vínculos con la BT, pero han aumentado sus posibi-
lidades de conseguir empleo a través de otras bolsas de trabajo y
se han reducido los accesos por medios propios.
Sin embargo, aunque las mujeres mantienen la importancia de
sus redes sociales como acceso a empleos, el tipo de redes a su
disposición no es el mismo. La red familiar aún son muy importan-
te, pero su peso ha decrecido en relación al aumento de la impor-
tancia que empiezan a tener otras redes u otros medios para acce-
der a empleos en la vida de los entrevistadas. Como se ha señalado
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José A. Pérez Islas y Maritza Urteaga: Procesos de incorporación de la juventud...
párrafos arriba, hay una ligera tendencia en las mujeres a seguir
estudiando y calificándose, aun cuando estén trabajando. En efec-
to, la experiencia obtenida ya en diferentes ámbitos laborales, así
como el aumento en su nivel de escolaridad han influido en la con-
figuración de nuevas expectativas laborales. Ellas también mani-
fiestan una mayor tendencia a trabajar en lo que estudiaron o es-
tán estudiando. Así, lograr el desarrollo profesional es una
expectativa que impulsa las búsquedas de redes que les posibili-
ten una inserción diferente en el mercado laboral. La red familiar,
en ese sentido, se les hace insuficiente para realizar sus proyec-
tos, no así las relaciones amicales construidas con los pares en los
ámbitos escolares y laborales, las cuales han aumentado su pre-
sencia como puentes de contacto con otros empleos.
En el momento de la entrevista, muchos más jóvenes—tanto
hombres como mujeres—estaban trabajando o habían desempe-
ñado su último empleo en empresas privadas; en segundo lugar,
estaban los que trabajaban en las instituciones públicas; en terce-
ro, aquellos que lo hacían en negocios propios y, en cuarto, los que
trabajaban en negocios familiares. Es decir, el ámbito de las em-
presas privadas había abierto más empleos a este tipo de jóvenes,
pero el peso de los negocios familiares en cuanto a empleo para
ellos había caído de manera considerable, mientras, al parecer, ha-
bían aumentado, aunque de manera leve, las posibilidades para
algunos de ellos de trabajar en sus propios negocios. Por otro lado,
no obstante las instituciones públicas podían considerarse el se-
gundo espacio para su empleo, en términos absolutos, eran menos
los y las jóvenes que trabajan en ellas.
También se aprecian cambios en la distribución de los y las
jóvenes en los espacios de trabajo por sexo. Así, comparando los
lugares en el lapso del primero al último empleo en las jóvenes
mujeres, salta a la vista el hecho de que ninguna de ellas estuviera
trabajando, ni haya mencionado que su último trabajo fuera en al-
gún negocio familiar, cuando ese espacio había funcionado como
una de las fuentes más importantes en su primera inserción a la
esfera laboral. Para los jóvenes varones, sin embargo, este espa-
cio aún les funcionaba como fuente de ocupación, aunque con me-
nor peso que al inicio de sus trayectorias.
Otro hecho a destacar es que al momento de la entrevista ya
habían mujeres trabajando en sus propios negocios, situación que
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Parte 3. Estrategias de transición
sólo se había presentado en un joven varón al inicio de su trayecto-
ria laboral, mientras que en la actualidad dos de ellos estaba en
esta situación.
Por otra parte, se observa un considerable cambio en el tipo
empleos en los que se desempeñaban ellos y ellas en la actualidad.
En general, podemos sostener que ellos y ellas acceden a mejores
empleos que al inicio de su trayectoria laboral. Una gran cantidad
de los mismos estaba laborando en C2, seguidos por los que se
encontraban en G2. Es decir, después de un cierto recorrido y de
alguna experiencia, han podido acceder a empleos para los cuales
se requiere preparación universitaria, aunque un número casi si-
milar se encuentra aún en G1 y en G2.
Si comparamos los tipos de empleo a los que accedieron al
inicio de su trayectoria con los actuales, se observan movimientos
muy distintos en hombres y mujeres. En este momento de sus
trayectorias laborales, las jóvenes que laboraban en empleos del
tipo C2 habían prácticamente doblado su número. También, lo ha-
bían duplicado en empleos del tipo G2, mientras mantenían la cifra
de su presencia en empleos del tipo C1 y eran mucho menos las
que trabajaban en aquellos del tipo G1.
Por su parte, los jóvenes varones también habían elevado su
calidad de empleo, aunque de manera más pausada y sin la espec-
tacularidad de las jóvenes. Así, se observa aumentos leves en su
presencia de empleos de los tipos G2, C1 y C2. También, de mane-
ra similar a las mujeres, destaca una importante disminución en el
número de hombres que actualmente trabaja en el G1.
ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA
PARTICULARIDAD DEL PROCESO DE
INSERCIÓN JUVENIL EN EL ÁMBITO
LABORAL
¿ Cómo podemos medir el proceso de adaptación de los y las jóve-
nes al ámbito laboral concreto a través de sus trayectorias labora-
les? Después de caminar algún trecho en su inserción al mercado
laboral,¿ cómo valorizan las experiencias que han tenido?¿ Cómo
concilian sus expectativas en cuanto al trabajo con sus trayectorias
escolares y laborales concretas?
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José A. Pérez Islas y Maritza Urteaga: Procesos de incorporación de la juventud...
Una primera entrada a estas interrogantes la realizamos a tra-
vés del número de empleos en los que se han desempeñado los
jóvenes hasta el momento de la entrevista. En términos genera-
les, son tres o cuatro las experiencias laborales más recurrentes
entre los entrevistados sin una relación específica con sus rangos
de edad ni con su sexo. Así como existen casos de hombres con 28
años de edad con dos experiencias de trabajo, también tenemos
casos de la misma edad con cuatro experiencias o jóvenes con 18 y
19 años de edad que han laborado ya en cuatro oportunidades. Con
las jóvenes sucede algo similar. Todo ello indica que no existe una
relación directa entre la edad cronológica y el número de trabajos,
sino que ello dependería de otros indicadores como “la edad labo-
ral”(la edad en la que realmente se inicia la trayectoria laboral), la
duración en los empleos, así como de la necesidades que cada en-
trevistado/a tiene de trabajar y de lo que para cada quien le signifi-
que el empleo. Estas relaciones aún necesitarían análisis más mi-
nuciosos.
Por ahora, lo que resalta es la mediana de hombres y mujeres
en cuatro experiencias laborales, aunque el movimiento hacia ella
sea diverso entre ambos sexos. Así pues, ninguno de los entrevis-
tados varones tenía sólo una experiencia de trabajo. Si tuviéramos
que recurrir a una gráfica, podríamos observar que la curva em-
pieza en el segundo trabajo y alcanza el pico más alto entre el
tercero y el cuarto empleo, para luego caer ligeramente, señalan-
do a aquellos que pasado por más de cinco empleos.
Entre las jóvenes mujeres, la gráfica empezaba con un em-
pleo, se mantiene en la misma proporción con aquellas que han
pasado por dos trabajos, remonta al doble con las de tres empleos,
asciende de manera espectacular con las jóvenes con cuatro em-
pleos, para caer estrepitosamente al mismo nivel de inicio, con
aquellas con cinco empleos y más.
A pesar de las diferencias entre los movimientos entre hom-
bres y mujeres, podemos sugerir que tanto en uno como en otro
sexo existe una etapa exploratoria en el empleo, la cual parece
alcanzar su pico más alto alrededor del cuarto trabajo, que luego
tiende a estabilizarse por la misma experiencia, sea adecuándose
a la oferta existente o alargando el periodo de su búsqueda.
Otro indicador del acoplamiento de los y las jóvenes a la ofer-
ta laboral conforme transcurren por diferentes experiencias es el
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Parte 3. Estrategias de transición
de la duración en su primer y último empleo. En su primer trabajo,
tanto ellas como ellos duran principalmente entre uno y seis me-
ses, seguidos por los se mantienen entre siete meses y un año. Sin
embargo, destacan en tercer lugar aquellos y aquellas que se que-
dan más de dos años. Por otro lado, el número de los/as que duran
menos de un mes es bastante bajo y mucho más bajo aún quienes
permanecen más de un año. La distribución de las cifras de perma-
nencia en el primer empleo nos revelan un grado bastante alto de
acoplamiento en esta fuerza laboral primeriza.
No obstante, en su primer trabajo, hombres y mujeres presen-
tan comportamientos distintos. Una mayor cantidad de las jóvenes
tiende a durar entre uno a seis meses y entre siete meses y un año,
seguidas por un número nada desdeñable que se concentra en el
rango de duración en el empleo por más de dos años. Mientras, los
varones se concentran mayoritariamente en el rango de duración
de uno a seis meses, y escasean los que se encuentran en los otros
rangos.
En cuanto a la duración de nuestros entrevistados en su últi-
mo trabajo, en términos generales observamos que existe una muy
alta concentración de jóvenes en los rangos de uno a seis meses y
en el de siete meses a un año. En general, ambos sexos, después
de recorrer algunos empleos tienden a durar más tiempo en ellos.
No obstante, una gran proporción de las mujeres tienden a concen-
trarse en el rango de siete meses a un año, mientras los varones
jóvenes en lo hacen en el rango de uno a seis meses, aunque en
una proporción menor que las jóvenes. También se encontraron
dos grupos de entrevistadas quienes, en su último empleo, unas
duraron menos de un mes y otras más de dos años, situación que
hallamos—aunque en bajas proporciones—entre los varones jó-
venes. Esto nos estaría indicando, por lo menos aparentemente,
que ellas asumen más rápido el “acoplamiento” al lugar de trabajo,
aunque éste sea fugaz, mientras en los jóvenes se observa un paso
algo lento en su consecución, pero, al parecer, más duradero. Es
decir, las mujeres tenderían a adaptarse con mayor facilidad a los
empleos ofrecidos, mientras, los hombres tenderían a acoplarse
mejor al ámbito laboral como un todo.
Esta última afirmación parece confirmarse entre los entrevis-
tados en cuanto a la valoración de lo que el empleo les ofrece para
su propio desarrollo personal. Dividimos las valoraciones de nues-
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José A. Pérez Islas y Maritza Urteaga: Procesos de incorporación de la juventud...
tros entrevistados al trabajo en integrada, intermedia y crítica . Con
respecto al primer empleo, la mayor cantidad de los y las entrevis-
tadas dieron una valoración integrada al trabajo, la mitad de esa
proporción una valoración intermedia y otra proporción similar una
crítica. Cabe señalar, sin embargo, que una proporción menor de
mujeres valoraron de manera crítica su primer trabajo y que—en
comparación con los varones—una alta cantidad de las mismas no
hizo comentario alguno al respecto. Por su parte, los hombres que
valoraron de manera intermedia su trabajo fueron mucho menos
que aquellos que lo valoraron de forma crítica.
Para el último empleo, muchos más hombres que mujeres
dieron una valoración integrada al trabajo. Es más, las jóvenes mu-
jeres dividen su valoración entre “integrada” e “intermedia”, sin
que encontremos ninguna valoración crítica al respecto. Si bien
hay muchos más hombres jóvenes integrados al trabajo, también
es cierto que existe un buen número que sólo lo valora de manera
intermedia y, en esta oportunidad, muchos menos varones valora-
ron su trabajo de manera crítica.
El sentirse de alguna manera integrado al trabajo (o fuera de
él) está relacionado no sólo con el mundo laboral en sí mismo y las
satisfacciones, desencantos y/o frustraciones personales que este
ámbito puede brindar a los jóvenes, sino también con el tipo de
relaciones sociales que se construyen y desarrollan en él. Las re-
laciones son muy importantes en la valoración y la permanencia
en el empleo. Según lo manifiestan los y las jóvenes, incluyen las
interacciones formales e informales con jefes y compañeros de
trabajo. Ellas son los agentes principales del proceso de socializa-
ción laboral que experimentan los jóvenes en los inicios de sus
trayectorias. En muchos casos, los y las jóvenes confunden la va-
loración al empleo con la valoración de las relaciones sociales es-
tablecidas en su interior. De ahí que debamos detenernos en estas
valoraciones.
Con respecto de la valoración de sus relaciones en el trabajo,
hombres y mujeres respondieron de manera similar a como lo ha-
bían hecho con relación a la valoración de su inserción al trabajo.
En el primer empleo, en su mayoría tanto hombres y mujeres ma-
nifestaron haberse sentido integrados. Menos jóvenes mujeres
valoraron las relaciones de integración intermedia que los jóvenes
y no expresaron casi ningún rechazo o crítica. Los jóvenes, por su
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Parte 3. Estrategias de transición
parte, señalaron más relaciones de rechazo o críticas que interme-
dias. Cabe observar que, al igual que el rubro valoración del traba-
jo, las jóvenes prefirieron no emitir valoración alguna respecto a
las relaciones que se producen en el lugar de trabajo que hacerlo
de manera crítica, mientras los varones actuaron al revés, al ser
mucho más críticos.
En el último trabajo encontramos en ambos sexos muy altos
niveles de integración con las relaciones al interior del centro labo-
ral. En segunda instancia, los hombres dividen sus valoraciones
entre intermedias y críticas (o de rechazo), en tanto las jóvenes las
concentran sólo en las intermedias.
Una profundización sobre las relaciones en este ámbito nos
estarían esclareciendo algunos detalles sobre las formas de
interacción socialmente aceptadas en cada uno de los géneros.
Mientras las mujeres tienen limitaciones en el establecimiento de
relaciones informales con los jefes y otras jerarquías, poseen, en
cambio, una mayor facilidad para hacerse de relaciones informales
entre sus compañeros y compañeras de trabajo. Son estas relacio-
nes las que mayormente las vinculan con mejores aprendizajes y
puestos o empleos.
Por otro lado, un importante número de jóvenes varones esta-
blecen relaciones informales con los jefes. Revelaron que podían
contar con el apoyo, el reconocimiento, la amistad e incluso conse-
guir empleo a través de estas relaciones. Los hombres parecen
poner más énfasis en las relaciones con los jefes, con actitudes a
veces más contradictorias, son más críticos pero también más so-
ciables. Esta sociabilidad está relacionada con su condición mascu-
lina en términos de las facilidades para establecerlas, como por el
mayor tiempo con que cuentan después del trabajo para las relacio-
nes extralaborales, en tanto que en las mujeres no les está permi-
tido o ello no es bien visto. Las relaciones de las jóvenes con sus
jefes y jefas tienden a limitarse al ámbito laboral, sin que ello impli-
que limitarse a las relaciones más formales. Es frecuente que a
ellas, sus jefes y jefas les enseñen o transmitan información que
posteriormente puedan servirles para un mejor empleo o que las
vinculen con otros puestos.
La vinculación del empleo con los estudios es otro indicador
que debemos explorar para entender la alta integración de los y las
jóvenes al trabajo, así como la presencia o ausencia de valoracio-
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José A. Pérez Islas y Maritza Urteaga: Procesos de incorporación de la juventud...
nes más mesuradas y/o críticas con respecto al ámbito laboral en
cada uno de los sexos. Encontramos que, en su último empleo,
más mujeres ocupan en puestos una vinculación mayor o comple-
ta con sus estudios, mientras entre los jóvenes hombres sucede lo
contrario. Una mayor número de varones laboran en empleos sin
vinculación alguna con sus estudios. El otro grupo que les sigue a
éstos en cada sexo es, por el lado de las mujeres, aquel conforma-
do por las que realizan trabajos sin vinculación con su formación,
y, por el lado de los hombres, aquel conformado por los que tienen
una vinculación completa o mayor con lo que estudiaron. En am-
bos sexos, también, los grupos con vinculación intermedia entre
el empleo y los estudios son pequeños.
En general, lo que se observa en cuanto a la vinculación de
los y las jóvenes con el empleo es que hay una ligera tendencia a
que más mujeres trabajen en empleos mejor vinculados con sus
estudios. Esto podría estar relacionado con la ventaja ganada por
ellas al inicio de sus trayectorias laborales, ya que un mayor nú-
mero de ellas ingresó al ámbito laboral en empleos que requerían
de estudios superiores. Además, recordemos que ellas empezaron
a trabajar algunos años después que sus similares varones, aparte
de que hay más mujeres que hombres estudiando o compartiendo
el trabajo con el estudio.
Por otro lado, el alto número de varones que labora en em-
pleos que no se vinculan con su formación es una fuente perma-
nente de deserción escolar, situación a la que ellos tienden; pero
también es una fuente de crítica frente a las valoraciones que rea-
lizan respecto al desarrollo personal en su trabajo, a las relaciones
que establecen ya otros temas que se verán a continuación.
¿ Por qué razones rechazan las empresas e instituciones a los
y las jóvenes que buscan empleo? Un tercio de la población entre-
vistada no ha sido rechazada en sus experiencias de obtención de
empleo, algo menos de la mitad ha sido rechazada en primer lugar
por falta de experiencia , en segundo, por escolaridad insuficientey ,
en muy pocos casos, por la escasa edad.
Paradójicamente, la primera causa de rechazo del empleador
hacia las mujeres jóvenes es por una insuficiente escolaridad , sien-
do la segunda la falta de experiencia laboral . Entre las entrevista-
das, existe un número muy importante de jóvenes que no han sido
rechazadas y que duplica el número de los varones en la misma
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Parte 3. Estrategias de transición
situación. En estos últimos, la relación se invierte, pues la primera
causa de rechazo hacia ellos es su falta de experienciay la segunda
la falta de escolaridad .
Por su parte, los y las jóvenes también rechazan en ocasiones
acceder a determinados tipos de empleos¿ Cuáles son las razones
que esgrimen para rechazar los empleos ofrecidos? En primer lu-
gar, por la categoría o nivel que les ofrecen , seguido por el horarioy
después por un salario insuficiente , aunque en esta respuesta se
encuentren muy pocos de los/as entrevistados. Una cuarta parte
de las entrevistadas, sin embargo, no ha rechazado jamás un em-
pleo, en tanto que este grupo es muy pequeño entre los varones
jóvenes.
Otra ventana importante para medir la adecuación al trabajo
real por parte de los y las jóvenes es el rastreo de sus expectativas
y valoraciones en cuanto al trabajo ideal .¿ Qué requisitos son nece-
sarios, según los y las jóvenes entrevistados para obtener el traba-
jo ideal que desean?
De manera abrumadora, ambos sexos priorizaron el aspecto
académico (conjunto de conocimientos adquiridos de manera for-
mal y otras capacitaciones y especializaciones) como el más im-
portante para obtener el empleo ideal. La segunda expectativa es
la experiencia— tan exigida por las empresas e instituciones—,
seguida por el deseo de tener una red social y, finalmente, se en-
cuentran las expectativas sobre los aspectos estructurales .
La valoración de la educación como medio de obtención de un
mejor empleo sigue vigente en este sector de jóvenes urbanos con
estudios medios y superiores. También, si correlacionamos las cau-
sas de rechazo de los empleadores hacia los y las jóvenes y los
requisitos que estos últimos señalan para obtener el empleo ideal,
puede observarse que hay una mayor adecuación entre las expec-
tativas de uno y otro agente involucrado en el proceso de trabajo.
Sin embargo, al considerar los tipos de empleos en los que se des-
envuelven actualmente los y las jóvenes que iniciaron hace algún
tiempo su trayectoria laboral y tienen estudios medio superiores
—menos de la mitad de ellos y ellas en empleos C1 y C2 y la mis-
ma proporción en empleos G1 y G2–, encontramos un desfase en-
tre las expectativas de los y las jóvenes y las ofertas reales, con-
cretas, que el mercado laboral tiene.
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José A. Pérez Islas y Maritza Urteaga: Procesos de incorporación de la juventud...
Por otro lado y manteniéndonos en el plano de las expectati-
vas de los y las jóvenes,¿ cuál es el sector laboral donde desearían
trabajar? En términos generales, la gran mayoría expresa, en pri-
mer lugar, tener un negocio propio; en segundo, trabajar en em-
presas privadas y al último, de manera muy distante de las dos
primeras aspiraciones, trabajar en el sector estatal o en negocios
familiares.
Cabe señalar que las jóvenes mujeres priorizan el ámbito de
la iniciativa privada como el primero, seguido de tener un negocio
propio, y muy al final, emplearse en el sector estatal. Ninguna de
ellas aspira a trabajar en un negocio familiar. Por su parte, una
amplia cantidad de jóvenes varones poseen como primera aspira-
ción, tener un negocio propio, seguido por el deseo de insertarse
en la empresa privada. En menor proporción otros aspiran a traba-
jar en el negocio familiar y muy pocos en el sector público. Estas
expectativas o aspiraciones parecieran repetir las mismas tenden-
cias observadas cuando analizamos los espacios/sectores donde
se encontraban trabajando en la actualidad. Consideramos que por
el momento no podemos explicar el silencio que las jóvenes mani-
fiestan cuando se toca el sector de los negocios familiares, espacio
donde algunas de ellas iniciaron su trayectoria.
El último tema por abordar es el de cómo los y las jóvenes
que fueron entrevistados conciben el trabajo. Para la gran mayoría
de hombres y mujeres jóvenes de este estudio, el trabajo es un
espacio de desarrollo integral, esto es, una actividad en la que pue-
den vincular sus estudios, las retribuciones socioeconómicas de
su esfuerzo y la satisfacción personal. Para una minoría, éste es
sólo un vehículo para ganar dinero o un medio para sobrevivir.
Como se observa, las concepciones de estos jóvenes de ambos
sexos remiten fundamentalmente a la concepción original del traba-
jo como eje central en la vida de los seres humanos. Para los jóve-
nes de este estudio, el trabajo es un espacio de autoidentificación
positiva y negativa, además de una zona de exploración de sus pro-
pias identidades como sujetos. En suma, como sostuvimos al inicio
de este texto, el trabajo aún es actualmente, por lo menos para los
jóvenes entrevistados, un lugar definitivo en su proceso de consti-
tución como sujetos, esto es, su proceso de incorporación a la vida
adulta.
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Parte 3. Estrategias de transición
NOTAS
(*) La presente investigación ha sido realizada por un equipo formado por Mónica
Valdez González en la coordinación operativa; Héctor Zetina, Mayeli Mora-
les y Carlos Velásquez en el trabajo de campo, sistematización y análisis de
la información auxiliados por Marco Antonio Mena, Joel Chávez, Carlos
Zamudio y Jesús Rodríguez en la realización de entrevistas y sistematiza-
ción de los datos. El proyecto fue cofinanciado por la Fundación Ford -México
y el Instituto Mexicano de la Juventud.
1. Raúl Olmedo,“Juventud y política”, Revista de Estudios sobre la Juventud (In
Telpochtli, In Ichpuchtli) , CREA, año 2, Nº 3, junio 1982, p. 3.
2. Alain Touraine,“Frente a la exclusión”, Sociológica , año 7, no. 18. México,
enero-abril 1992, pp. 201-207.
3. JA Pérez Islas, R. Brito y LM Guillén,“Conversación con Carlos Monsiváis”,
Revista de Estudios sobre la Juventud (In Telpochtli, In Ichpuchtli) , Nº 5, enero-
marzo 1985, p. 104.
4. Emilio Duhau,“Estado benefactor, política social y pobreza”, Sociológica . Año
10, Nº 29, UAM-Azcapotzalco, México, septiembre-diciembre 1995, pp. 65-
76.
5. Carlos M. Vilas,“De ambulancias, bomberos y policías: la política social del
neoliberalismo (notas para una perspectiva macro)” en Las políticas sociales
de México en los años noventa . Instituto Mora/UNAM/FLACSO/Plaza y Valdés,
México 1996, p. 113.
6. Gert Rosenthal,“Pensamiento y políticas sobre el desarrollo de América La-
tina y el Caribe: pasado y futuro” en L. Emmerij y J. Núñez (comps.), El
desarrollo económico y social en los umbrales del Siglo XXI ., BID, Washington,
1998, pp. 209-229.
7. Víctor E. Tokman,“Jóvenes y ciudadanía en los modelos de sociedad emer-
gentes en América Latina” en Juventud, educación y empleo , MTAS/INJUVE-
OIT/CINTERFOR-OIJ, Montevideo, 1998, p. 81.
8. Tokman.“Empleo y solidaridad: los desafíos que enfrenta América Latina
después del ajuste” en Emmerij y Núñez (comps.), op. cit., pp. 498-522.
9. Cecilia Braslavsky.“Situación y acción de los jóvenes desocupados en Amé-
rica Latina” en Empleo y capacitación de jóvenes en América Latina: situación,
perspectivas y políticas alternativas , CINTERFOR/OIT, Montevideo, 1988, p.
92.
10. Víctor E. Tokman,“Jóvenes y ciudadanía...” op. cit ., p. 86.
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José A. Pérez Islas y Maritza Urteaga: Procesos de incorporación de la juventud...
11. Según un informe de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL)
en 1999 el problema del desempleo y subempleo juvenil es ya una situación
estructural que en algunos casos llega hasta quintuplicar estas tasas con
respecto a la población adulta;, en Panamá, Uruguay y Venezuela llegan a
ubicarse en 29.5%. ONU-CEPAL, Juventud, población y desarrollo en Améri-
ca Latina y el Caribe, LC/L 1339. Vigesimoctavo periodo de sesiones, Méxi-
co, DF, 3 al 7 de abril de 2000, p. 83.
12. La misma CEPAL, en 1997, al analizar los niveles de pobreza de la región,
diferenciando tipos de constitución familiar y etapa del ciclo vital en que
éstas se encuentran, plantea que la pobreza en hogares con hijos menores
de 12 y entre 13 y 18 años es mayor que en los hogares unipersonales. En
Brasil, absorbe al 49% para el primer caso, mientras que sólo representa el
4.9% para el segundo. En México, la relación es de 37.7% y 2.8% respecti-
vamente, y en Colombia es de 51% contra 6.6%; ONU-CEPAL, op. cit. p. 16.
13. Luis E. Alonso, Trabajo y ciudadanía. Estudios sobre la crisis de la sociedad
salarial, Trotta-Fundación 1º de mayo, Madrid 1999, pp. 213-231. Este au-
tor analiza cómo la sociedad fordista convirtió a la ciudadanía en un
normalizador socioeconómico que generaba una cultura del trabajo y un modo
de vida laboral articulador del estatuto de nacionalidad a la recepción de
bienes y servicios públicos, y, a la vez, producía valores normalizantes que
lograban que todas las diferencias fuesen vistas como elementos secunda-
rios de un problema central: la reproducción integrada y ordenada del traba-
jo; ibidem , pp. 217-218.
14. Anthony Guiddens, Más allá de la izquierda y la derecha. El futuro de las
políticas radicales , Cátedra, Col. Teorema, Madrid, 1998, pp. 98, 144-149.
15. CIEJ, Documento marco de la Encuesta Nacional de Juventud . CIEJ-Causa
Joven, México, 1998 (inédito).
16. Ibidem , p. 7.
17. José Luis de Zárraga, Informe juventud en España. La inserción de los jóvenes
en la sociedad , Ministerio de Juventud-INJUVE, Madrid, 1985, p. 25.
18. Zygmunt Bauman, Trabajo, consumismo y nuevos pobres , Gedisa, Barcelona,
1999, pp. 43-70.
19. Ibidem , pp. 58-60.
20. Braslavsky, op. cit. , p. 99, autora a la que hemos seguido muy de cerca en sus
planteamientos sobre los jóvenes desocupados.
21. Así la OIT definía el desempleo en su resolución de la VIII Conferencia
Internacional de Estadísticas del Trabajo, 1984.
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Parte 3. Estrategias de transición
22. Sophie Bowlby, Sally Lloyd y Robina Mamad,“El lugar del trabajo”, Jóvenes.
Revista de Estudios sobre Juventud, Nueva época, año 4, Nº 12. México, julio-
septiembre 2000, en prensa.
23. Ibidem .
24. Teresa Rendón y Carlos Salas,“Educación y empleo juvenil” en Pérez
Islas (coord.), Jóvenes: la evaluación del conocimiento. La investigación sobre
juventud en México 1986-1999, IMJ-CIEJ, Col. JóvenesNº 5, México, 2000,
tomo I, pp. 13-58.
25. CONAPO, Situación actual de las y los jóvenes en México. Diagnóstico
sociodemográfico , Serie Documentos técnicos, México, noviembre 2000, p.
27.
26. Ibidem , pp. 27-28.
27. Se optó por tomar la información de este año de la Encuesta Nacional de
Empleopor estar más cerca del periodo analizado en los registros de la bolsa
de trabajo del IMJ.
28. A pesar que la edad no es definidora por sí sola de “lo juvenil”, es importante
anotar la necesidad de ir estandarizando el grupo etáreo que se considera
incluye a los jóvenes, dado ni en esto se ha podido establecer criterios acor-
dados por consenso que permitan hacer comparables las estadísticas y los
estudios que se basan en ellas. Aquí se asume los rangos de edad que el IMJ
ha establecido para este sector; para ver el planteamiento que
institucionalmente se hace con respecto a esta discusión puede consultarse
IMJ, Jóvenes e institucionesen México1994-2000. Actores, políticas y progra-
mas , México, 2000.
29. Larissa Lomnitz, Redes sociales, cultura y poder: Ensayos de antropología lati-
noamericana, Porrúa, México 1994, p. 225.
30. Francisco Miranda y Francisco Javier Paredes,“Transición, educación-mer-
cado de trabajo en los jóvenes: propuesta de aproximación conceptual” en
CIEJ, Encuesta Nacional de Juventud, documentos base , Causa Joven, México,
1998, inédito.
31. Respetando estos parámetros, pero presionados por el tiempo de investiga-
ción, que se alargó al dificultarse el contacto con los jóvenes que asistieron a
la BT, se resolvió aplicar entrevistas a cuarenta jóvenes. Después de recaba-
das, se desecharon algunas por información insuficiente y la muestra se re-
dujo a 37 entrevistados y entrevistadas.
32. Siguiendo estos mismos pasos y con el fin de detectar y explorar la oferta de
empleo de la que dispone la BT, así como valorar los servicios de esta última
desde otros puntos de vista, nos acercamos a las empresas que estaban en
convenio con ella a través de los registros empresariales del año 1999; rea-
lizamos una selección de las que serían exploradas a mayor profundidad a
través de grupos de enfoque; diseñamos un guión que incluía además de sus
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José A. Pérez Islas y Maritza Urteaga: Procesos de incorporación de la juventud...
opiniones sobre la BT del IMJ, valoraciones sobre su actitud hacia la juven-
tud. En este texto no se revelan aún los resultados de este proceso.
33. La familia nucleares aquella compuesta por padres e hijos únicamente. La
familia extensa es aquella compuesta por padres, hijos y uno o más parien-
tes. La familia monoparental es la compuesta por uno de los padres y los
hijos.
34. Carles Feixa, El reloj de arena. Culturas juveniles en México, CIEJ-Causa
Joven, Colección JóvenesNº 4, México, 1998.
35. Medios propiossignifica que los empleos se obtuvieron consultando diver-
sos medios impresos, llevando sus curricula a diferentes empresas, entre
otras acciones.
36. Manuel Castells y Gösta Esping-Andersen, La transformación del trabajo,
La factoría cultural, Barcelona, 1999.
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